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Pinturas Rupestres de Charquína. La pérdida de la identidad.

23 de julio de 2014 a la(s) 5:00
Arqueología e Identidad

La explotación minera de las pinturas rupestres

  La localidad de La Playa está situada en el sur del valle de Guasapampa, en el departamento Minas. Al noroeste de la provincia de Córdoba. Es un pueblito que apenas sobrepasa los trecientos habitantes. Que subsistió históricamente, mediante la explotación de las abundantes canteras de granito. Básicamente, su única actividad económica fue, hasta el momento la minería.

  Sobre los muchos de los bloques de granito que se encuentran en zona, perduran los rastros de la cultura aborigen comenchingona. Colgados de los tafones, aleros y salientes; resisten gran cantidad de pinturas y grabados rupestres. Algunos de estos mensajes ancestrales, fueron datados mediante radiocarbono, y demuestran tener una antigüedad que va desde los 1300 a los 400 años AP.




  Desde hace unos años se han generado llamados atención a la intervención del gobierno, para detener el avance de la actividad minera sobre éste patrimonio arqueológico; mediante acciones de organizaciones no gubernamentales, la facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba,  algunos particulares, ambientalistas y amateurs.

  Los recientes resultados se traducen en la aplicación de normativas a nivel provincial y nacional, que amparan los restos arqueológicos del avance de la minería. En teoría el problema del peligro de la perdida de los restos arqueológicos se resolvió con éxito.

Identidad y Olvido

Hace un par de años (2008) se publicó mediante una editorial independiente, un libro que llevaba más de medio siglo archivado en una caja, en alguna casa de la ciudad de Córdoba. “Indígenas y Conquistadores de Córdoba”  es un trabajo del historiador Aníbal Montes, quien por medio del estudio minucioso de los archivos históricos de la época colonial, refutó varias afirmaciones de Antonio Serrano y el Monseñor Pablo Cabrera, tomados ambos, como los dos grandes referentes en materia de recopilación histórica.

El yerno de Montes, Alberto Rex Gonzalez, (quien conjuntamente con Nicolás de la Fuente fueran los grandes propulsores de investigaciones arqueológicas en el centro de país); en una entrevista afirma que hay un trasfondo político sobre el desinterés en la publicación del libro de su suegro. Montes se había cargado a la iglesia en su contra, asentando dudas sobre la interpretación de la palabra de Monseñor P. Cabrera. A la vez  fue un militar rebelde encomendado a cumplir campaña varios años en el sur, por desacato al régimen autoritario de su epoca. Su libro nunca lo vio publicado en vida.

Lo cierto es que además de la imposibilidad académica (hasta la actualidad), de conocer la mirada de Montes, como disipador de la historia oficial de los aduladores de la conquista. Históricamente hubo una desestimación en la búsqueda de la identidad hacia los pueblos originarios.  Impulsado por una política nacional desde mediados del S.XVIII, por eliminar todo vestigio de la cultura aborigen. Y en cambio a la búsqueda de identidad, o referenciación de un habitante con su tierra, se propusieron (impusieron) modelos estéticos foráneos.  A los cuales les debemos el remplazo del espinillo por el siempreverde, y de nuestros camélidos autóctonos por cabras.

La falta de identidad de un pueblo lo hace más vulnerable a la manipulación. Era Facundo Cabral quien decía: “Los mexicanos descienden de los Mayas, los peruanos de los Incas, y los argentinos de los barcos”. Hoy la falta de raíces hace al individuo libre de consumir cualquier identidad ajena. De camuflarse  de cualquier cultura extranjera. De no pertenecer. La falta de identidad provoca vacío. Nos  vuelve ignorante de nuestros valores. Insensible a la pérdida de nuestra herencia.

El arte rupestre y su funcionalidad

“Estamos en plena cultura del envase. El contrato del matrimonio importa más que el amor. El funeral más que el muerto. La ropa más que el cuerpo. La misa más que Dios.”  Eduardo Galeano.

¿De qué sirve el “libro de los abrazos” sosteniendo una mesa?, ¿De qué sirve un Rivera escondido en el placar? Es la sensación que provoca la situación de nuestra herencia arqueológica. Hasta el momento siguen siendo ajenas a su funcionalidad. Y hasta su nexo con la comunidad, en vez de ser productivo, pareciera ser inadecuado. Hasta el punto de ser privativo del desarrollo local.

La comunidad de la Playa siendo apartada de su principal actividad económica, se volcó inmediatamente hacía la ganadería. Hasta el momento había sido una actividad productiva complementaria. Este cambio provocó una carga de animales rumiantes poco sustentable. Induciendo al sobrepastoreo y un impacto negativo en lo que se denomina el “paisaje arqueológico”. La carga ganadera provocó el acecho sobre algunos aleros, (las vacas utilizan los como dormideros).

Nada se puede recriminar a una sociedad que fue privada de su recurso principal. Aunque aleguemos que es sabido que las canteras de mármol en algún momento se agotan, (como todo recurso no renovable). El cambio de la actividad económica se aceleró. Por lo tanto es justificable que sus habitantes busquen cualquier otro tipo de sustento a corto plazo. Sobre todo teniendo en cuenta que es una zona donde el régimen hídrico es de solo 400 mm anuales, y de época estival.

Las leyes provinciales y nacionales pueden exigir al dueño del campo que mantenga el estado de las pinturas. Puede negarle la explotación de los aleros como canteras de granito. Lo que no puede exigirle al propietario es que abra sus tranqueras al libre paso de visitantes. Ni tampoco puede exigirle que tenga animales en sus tierras, mucho menos puede prohibirle vender y subdividir sus campos.

El estado debe (puede con toda buena predisposición), expropiar las tierras llegando a un acuerdo económico con los propietarios. Es la intención con Cerro Colorado en la actualidad. Las diferencias entre ambos sitios no son asignadas a su relevancia, sino a su categorización. Mientras Cerro Colorado está declarado como una reserva Natural y Cultural provincial. Las Playa solo cuenta con una  propuesta de reserva asignada al área de Charquína, siendo más de siete sitios arqueológicos, con más de doscientos paneles únicamente en el sur del valle de Guasapamapa. Como en el juego,  el papel le gana a la piedra.

Demás está decir que la vinculación del área de La Playa con el turismo palearía ambos frentes. No es la solución definitiva. Solo es la opinión de un visitante rebelde.

No es ver, no es oír. Es percibir desde algo que proviene del gen primitivo. En estas tierras de privadas de comodidades, hacía la hora del atardecer, el degradé amarillo tiñe el perfil de los espinillos, y  estremece la memoria de la sangre. La lejanía mantiene rezagado avance el progreso. Agazapado entre lo agreste, se mantiene viva la memoria de ésta tierra; a la cual, la ignorancia y la avaricia han arrinconado hasta el olvido.

Gustavo Cufré Farías